Ya es suyo. Tan sólo era cuestión de tiempo. En Japón, el mítico circuito de Suzuka coronó de nuevo a Sebastian Vettel como campeón del mundo de
Hace apenas tres años, y a raíz de su victoria en Monza con Toro Rosso, el nombre de Vettel empezaba a sonar con fuerza. Se decía de él que estaba llamado a entrar en el olimpo de la F 1, y que no tardaría demasiado en hacerlo. Se decía de él que era el digno sucesor del heptacampeón –y compatriota suyo- Michael Schumacher. Incluso muchos sostenían que superarle estaba a su alcance. Y lo es. Y lo está.
Con 24 años, tres meses y seis días, Vettel ya cuenta en sus vitrinas con dos títulos mundiales, mientras que ‘Schumi’, a su misma edad, apenas había empezado a saborear el gusto de la victoria. Así que puestos a hacer cuentas… ¿por qué no podría ser el grande de los grandes?
Sebastian y su Red Bull. El Red Bull y Sebastian. La suya, una relación de amor eterno. Sombras el uno del otro y viceversa, han llegado a lo más alto, sin ceder nada ante sus rivales. El año pasado, se convirtieron en número uno por sorpresa, inesperadamente, pero este… intratables desde el principio, desde los primeros compases de este mundial descafeinado y sin emoción. Y las preguntas de siempre parecían tener una única respuesta. ¿Quién ha conseguido la ‘pole’? Vettel. ¿Quién ha ganado la carrera? Vettel.
El ‘pequeño káiser’ es un chico de polos opuestos. Cuando las cosas salen bien, no deja de sonreír. Cuando las cosas salen mal, mejor no cruzarse con él. Transparente como pocos en el paddock, despierta admiración e animadversión a partes iguales. Unos saben ver en él su esfuerzo y constancia, que le han permitido llegar hasta lo más alto. Otros, dejan que la responsabilidad recaiga, única y exclusivamente, en las ‘alas’ de su Red Bull.
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